El agua apenas cubría más arriba de las rodillas, pero fue lo suficiente como para dejar de sentir media pierna en tan sólo unos segundos. Era tal la baja temperatura del agua, que yo me vi por momentos en silla de ruedas y vendiendo cupones de por vida.
Llegados al otro lado, desenfundamos las cosas y nos pusimos a comer. Hasta aquí todo normal.
De repente ocurrió lo que no debía ocurrir hasta pasadas unas horas: la presa contenedora de agua fue liberada y con ello, el caudal del río subió hasta bastante más de por encima de la rodilla, y la corriente que antes era de una muy leve velocidad se convirtió en una máquina capaz de arrastrar gente y cerdos, de lo que yo soy testigo absoluto.
Después de comer hicimos un vano intento de bañarnos, pero la temperatura era tan baja que no tuvimos valor de meternos. Así pues Bea y una servidora estuvimos metidos solo hasta las rodillas más de 45 minutos, pero ella en realidad no quería meterse más porque según ella "el agua me da mucho respeto"... pobrecita, sin saber lo que se le vendría encima un par de horas después.
Está claro que los tíos pensamos mucha parte del día con el "pequeño cerebro", pero que en ocasiones resulta ser mucho más poderoso que el grande, hasta el punto que tras tanto tiempo intentando acceder al otro lado del charco sin lograrlo, sólo ver un cuerpo moreno con un ajustado bañador y semejante bulto hizo que mi cerebrito sacase fuerzas de dónde no las había y nadara como una sirena sorteando corrientes y lo que se me pusiera por delante en tan sólo 15 segundos. Era una oportunidad que no podía dejar pasar, ya que después de eso el paquete tenía nombre, apellidos y dirección física. Un tipo muy majo, por cierto, pero lástima que todas las miradas se desviaran al asunto, más que nada porque era lo que más sobresalía de la conversación.
De vuelta a la vida real, accedí a nuestro pequeño rinconcito para ver cómo seguían las cosas.
2 horas, 15 minutos y una larga charla después lograron convencerme para que fuera yo el que nadase hasta la otra parte, con la llave electrónica y conduciera el coche hasta el mismo sitio dónde me esperarían ellos con todas las cosas, con tal de no pasar el mal "trago" de combatir la corriente que llevaba el río. Así que me metí, casi de lleno, con las partes muertas del frío, y con ganas de largarme de allí. Momento en el que ya, decidido, le dije a Jose que me trajera el maletín-mesa-plegable gigante y las llaves del coche para por lo menos llegar yo. Y como tanto tardaba salí y, con mi absoluto poder de convicción, sólo bastó decir "chicos, ahora o nunca" para comprobar cómo empezaron todos a recoger cosas, maldiciéndome, pero al final todos cayeron en la trampa del río. Yo fuí el primer valiente, y cómo una imagen vale más que cienes y cienes de palabras:

Pues eso. Y tras yo, el resto de seres humanos que conformaban mi grupo que, convencidos por un líder de todo a cien, no querían quedarse allí de por vida. Desgraciadamente no hay fotos, porque la cámara estaba en posesión de Bea, pero intentaré contar con todo lujo de detalles la situación:
Primeramente acudió al agua Jose, cargado con un montón de bolsas que yo no sé de dónde habían salido. Con su cara lo decía todo. El tío se había pasado el día evitando el agua, porque "le corta la digestión" (sea la hora que sea, eso sí).
Tras él, Bea y Fanny. Bea con mochilas y bolsas, Fanny con mochila. Descalzas. En un río con más piedras que una pirámide. Desgraciadas de la vida. Bea con una cara mezcla de dolor y risa, porque la situación tenía su gracia. Fanny con cara de "quiero llorar, me estoy cagando de dolor" y un gritito angustiado a cada paso, porque todo lo que le roza las piernas en el agua le da terror.
El panorama era vergonzoso, yo con el maletín-mesa-plegable que abultaba lo que ves arriba, sin poder hacer casi nada, evitando la corriente, y para colmo, partiéndome de la risa al ver como el resto de desgraciados se intentaba abrir camino frente al traicionero río. Bea levantaba las bolsas evitando que se mojaran las empanadas que habían sobrado, al tiempo que Fanny gritaba "tia, que me lleva la corriente, tía, que me lleva la corriente", mientras las ramas y algas se amarraban a sus piernas, que parecían dos barras de mozarella de lo blancas que estaban.
Poco después hubo que socorrer a las chicas, ya que el dolor de las piedras clavadas en las plantas de los pies se hacía insoportable del todo. Así que Jose sujetando a Fanny, y yo a Bea, se pudieron poner las zapatillas chanclas de las que no se sujetan que álegremente habían traido pensando que aquello sería un patio de recreo.
Al mismo tiempo que Bea decía "espero que no se me pierda ninguna", un grito propiciado por Fanny y una zapatilla que salía a flote y se alejaba de nosotros diciendo adiós con la suela, nos hizo ya morirnos de la risa por un buen rato.
Todo el tiempo las miradas estaban centradas en nosotros debido a los gritos, las risas y las caras que teníamos, que aquello parecía la Feria de Abril pero ambientada en Halloween.
Finalmente conseguimos llegar al otro lado, para comprobar que el caudal del río empezó a bajar al rato. Una pena.
Encima nos habíamos dejado el coche abierto, pero afortunadamente estaba todo en su sitio.
Conclusión: que bien lo pasé en el río, habrá que volver... aunque me temo que sólo.
2 comentarios:
La verdad que como puede convertirse en toda una aventura la escapada al rio, mientras yo pasando y pasando gente :-p
A ver cual es vuestra próxima aventura jejeje. Saludos.
Oscar... eso te pasa por ir al campo.. . si esqwue tu no eres nada campestre
A ver que nos depará tu blog el próximo fin de semana jajaja
Gracias por todo
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